domingo, 18 de abril de 2010

Tengo una monitora de gimnasia que se ríe como Papá Noel

Es verdad. Es rubia y alemana, no muy alta. Antes de empezar la clase nos dice: "Hoy domingo buen tiempo, felis culo, jo, jo, jo" (El idioma lo va reajustando como puede). Su risa parece la de Papá Noel, hay que ver como abre la boca.

Y empieza la sesión. La tía ha acelerado la música. ¿Precalentamiento? Ni hablar, nos da tanta caña que parece que ha comenzado la sesión por el final o por el centro. Alguien le grita "¿Qué has tomado hoy, nena?" "Nothing", contesta la rubia y añade "Nada" y sigue. Con el culo en pompa y subiendo y bajando el step. Ahhh! Tengo la Serra de Tramuntana a mi izquierda y me acompañan un montón de chicas congestionadas y una alemana que no para."¡Cómo estáis!", grita de cuando en cuando. Nadie contesta de manera clara, no podemos.

Cuando llevamos 45 minutos (lo que dura normalmente la clase) hace una pausa y dice: "En Alemania las clases duran una hora y media, aquí comprrrrimerrrrremos una hora y media en una hora" No sé si entiende lo que ha dicho pero no hace caso a nada y continúa. Nada de 45 minutos, sigue y sigue hasta no se sabe cuando, mecagontó.

Hace rato que he bajado la intensidad. He entrado en la fase del escaqueo disimulado. Y es que de verdad: no puedo, me entra el canguelo, mi tensión peligra.

Hemos acabado. "Por fin", se oye desde varios rincones, como un eco. En estos momentos siempre suelo escenificar la misma tonteria. Reinterpreto una escena creo que de "El club de la lucha" en la que Taylor Durden, el personaje interpretado por Brad Pitt, después de que le hayan calzado una somanta de hostias más que regular, con el rostro lleno de sangre, le dice algo así a su contrincante: "¿Eso es todo?". Eso mismo digo yo al finalizar la clase, absolutamente hecho papilla y con una elocuente falta de aire: "¿Eso es todo?" y añado "Qué poco aguante". Triturado por dentro, chulo por fuera. Las de mi alrededor me miran con ojos de incredulidad que quizás sea odio. Me rio. La monitora también se ríe, claro.

Las chicas (porque la mayoría son tías) y yo bebemos agua. Se acerca Silvia, la monitora alemana, sonriendo. "¿Qué?". Eso es todo lo que dice: qué. Lo dice como quien te ve jodido y te quiere rematar. Las chicas están acostumbradas a duras sesiones de gimnasia, a años de saltos, de cardiovascular, de tonificación. Ahora tienen la cara colorada, congestión, están al filo del mal humor, yo hago que busco una explicación mirando al suelo.

Susana, una joven curtida, incansable, flexible, le pregunta a Silvia: "¿De verdad que no has tomado nada especial?". Contesta la rubia: "Sí, Martini, ayer, jajajajajajajajajaja. Otra vez su risa. Ahora suena como distinta. Mezcla el "hohohoho" de Papa Noel de antes con la risa estreñida, "hahahahahaha" del contable de Camera Café, el gran Bernardo Marín.
"Pues habrá que tomar Martini", contesta Susana.

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